¿Quienes somos?

Andalucía Solidaria Sin Fronteras es una Asociación sin ánimo de lucro. Idealistas que quieren mejorarse a sí mismos mejorando el entorno.

Nuestros principales objetivos son:
-La ayuda y mejora material y moral de las personas discapacitadas fisica o psíquicamente en la medida de nuestras posibilidades.
-La ayuda a la infancia en general y a la tercera edad.
-Prestar asistencia a inmigrantes y exiliados políticos por causas injustas.
-colaborar con aquellos particulares y asociaciones que tengan fines comunes a los nuestros

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Queremos construir un mundo mejor siendo mejores. Queremos aliviar el sufrimiento de los desfavorecidos del mundo, la pobreza y la soledad no son fenómenos naturales, sino artificiales: La naturaleza es cooperante, compasiva y luminosa.
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Andalucía solidaria sin Fronteras, de aquí a la humanidad.

lunes, 20 de diciembre de 2010

DECLARACION DE PRINCIPIOS EN TORNO A UNA ETICA UNIVERSAL


Es un hecho constatable que, paralelamente a una gran transformación de las sociedades actuales, se está produciendo también la deshumanización de las mismas, una de las principales causas de los grandes problemas de la humanidad. Esto lleva aparejados una gran miseria moral y un vacío de valores éticos, que, además de ser fuente de fanatismos e ignorancias, son causa también de la miseria física, la intolerancia y el declive social, cultural y, finalmente, económico.
Como se reconoce en la introducción a la carta de constitución de la UNESCO: “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
Urge, en consecuencia, el fortalecimiento de valores éticos en todos los órdenes en que se articula nuestro mundo actual, desde la convivencia social a las estructuras educativas, profesionales, políticas, económicas, etc.
Afirmamos la existencia de unos principios éticos universales, que nacen del reconocimiento de la dignidad humana y de la necesidad de su pleno desarrollo en convivencia, en armonía y en paz.
Se trata de valores universales que, respetando la diversidad, la multi-culturalidad, las creencias y las religiones, trasciendan los propios valores culturales y confluyan en unos principios comunes inherentes a todo ser humano, más allá de su raza, cultura o credo.
Por ello, ningún sistema político, social o religioso debe suplantar la autoridad de dichos valores en la conciencia de cada individuo.
Entendemos los valores éticos como aquellos que producen un bien moral, es decir, que respetan, mejoran y perfeccionan la condición humana. Esta aspiración hacia lo mejor ha ido desarrollando en los diversos marcos históricos y culturales diferentes normas morales. Pero cuando estas normas se desarraigan de la esencia de los valores éticos profundos que les dieron nacimiento, se vuelven rígidas cual una cáscara vacía y contrarias al fin para el que nacieron.
El bien común ha de ser la meta más elevada, una meta que no anule al individuo, sino que lo potencie, pero que no permita que ese bien común sea vulnerado por los intereses individuales de unos pocos.
No habrá paz ni justicia social sin una ética individual, especialmente arraigada en el comportamiento personal de los responsables sociales, políticos, económicos, etc.
Los estamentos sociales han de dotarse de valores éticos sólidos, que fortalezcan sus fines de servicio a las naciones. Todas las estructuras sociales (medios de comunicación, organizaciones empresariales, instituciones públicas y privadas, organizaciones políticas, religiosas, educativas, etc.) están constituidas por personas que, más allá de los códigos deontológicos corporativos, deben vivir una ética individual como la más firme garantía de justicia social.
La práctica habitual de las virtudes éticas hace al hombre moral, favorece la convivencia y la justicia y dispone hacia la felicidad. Esas virtudes éticas son, por ello, los principales soportes de una sociedad justa, libre y solidaria.
La vivencia de los valores se refuerza con un sentido profundo y no superficial de la cultura.
La ignorancia, el embrutecimiento y el fanatismo no favorecen el florecer de los valores éticos.
Necesitamos, por tanto, una educación y una cultura humanísticas que refuercen y confirmen los valores humanos y las características que hagan crecer lo mejor del género humano, que nos permitan saber todo aquello que favorece el sano desenvolvimiento de las facultades del hombre, desde lo físico hasta lo emocional y lo mental.
Pensamos que la educación debe servir al desarrollo del individuo y no a los intereses económicos predominantes.
Pensamos que es necesario fomentar la cultura como un conocimiento global, como una experiencia profunda de la humanidad que recoja su historia, sus logros, sus errores, expresados en el conjunto de sus valores permanentes, conocimientos científicos, creencias y experiencias, que van siendo acumuladas generación tras generación.
El desarrollo de los valores ha de promoverse de forma conjunta y complementaria, pues es desde la armonía e integración de diferentes valores como se puede garantizar una ética sin extremismos deformantes que pierdan de vista la globalidad del ser humano.
Una vez más, queremos repetir la idea de que es desde una ética sólida individual desde donde se puede construir una justicia y una convivencia social.